Transfigurar, trocar, Cambiar, actos de magia para el alma que nada tienen que ver con los autoengaños de los prestidigitadores de ocasión, sino con auntenticos enunciados poéticos que fueron imágenes, que fueron sueños, que fueron vida y esa es la validez que tienen la vida que encierran y la vida que comparten.
Los primeros versos dejan ver una ruptura, un desapego a las comunes decisiones que tomamos ante el muro de la cotidianidad, la tristeza, la escritura, la decisión de tomar un libro del estante y leer, un desapego a esos protocolos que nos obligan “las buenas costumbres”.
Antes de la primera decena de paginas transfigura un poema a concepto, se lanza en picada y sin parapetos a conceptualizar la poesía, su poesía No importa mi muerte, ni mi vida. /El nombre lo perdí al escribir,/ Tuve que prestar sus letras;/están en cualquiera de mis versos.
La angustia, la caída, el sexo son temas que aparecen constantemente, pero no como obsesiones o filias, sino más bien como herramientas de creación, como lubricante para los versos, para lectores venidos a menos. Dale sonido a mis palabras/ Recuesta el colchón de cabellos/ Sobre mi cuerpo desnudo/ Colorea como solías hacerlo/ Este artilugio luminoso…
Por otra parte, es notable el ejercicio del poeta que escucha la noche y se queda con esos ruidos rondando en las letras. Sin embargo se intuye cierta ingenuidad, cierta inocencia impuesta, aún no ha despertado en medio del charco de su propia sangre, lo que hace de estas imágenes que transfiguran a palabras, un inventario de poesía nueva y limpia de todo cliché, de todo estereotipo de post guerra, lo cual se agradece.
Imágenes transfiguran a palabras, es una colección de momentos contemporaneos, para entender, para ver más allá, para caminar, para leer y descansar en paz, en el sentido más literario de la frase, por supuesto.
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